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Cañas de bambú bajo la Aurora Boreal - Sergi Unanue

Cañas de bambú bajo la Aurora Boreal - Sergi Unanue

La primera vez que escuché hablar de una bicicleta de bambú estaba en shock. No tenía idea de que se pudiera hacer un vehículo a base de una planta, pero esa revelación sembró una semilla en mi cerebro. Meses después, me encontré montada en una durante más de 7000 km: desde el punto más al Sur de Europa hasta el extremo norte. Esa experiencia cambió mi percepción del ciclismo y del mundo.

Han pasado solo unas cuantas semanas desde que volví de esta última expedición. Aún sigo asombrada por el cambio en mi cuerpo y por cómo siento mis piernas cuando las toco. Fue una experiencia mucho más difícil de lo que había imaginado al principio, pero también fue muy gratificante. La mejor manera de sentise más satisfecho al alcanzar una meta es añadiendo dolor y ajetreo a la receta.

Comencé a pedalear desde Punta de Tarifa en la calurosa Andalucía, en España, el último punto de tierra antes de llegar a África. Entre ambos puntos hay solo 14 km de océano, una valla invisible que muchos intentan cruzar bajo las peores condiciones posibles. Este fue mi primer viaje en bicicleta, y no solo en una de bambú. Aquellos fueron días lentos y tediosos. No me había preparado físicamente porque quería que la expedición en sí fuese mi entrenamiento, y en definitiva lo fue. Tardé un mes en cruzar el país y llegar a territorio francés. A partir de ahí, solo tardé dos semanas en llegar a Bélgica y, en menos de 48 horas, ya estaba en Países Bajos. Pasé de recorrer 50 km al día, al principio, a pedalear de Bruselas a Ámsterdam en un solo día, es decir, unos 222 km.

Dejé atrás los 40 grados de España para entrar a una burbuja de lluvia eterna. Este fue solo el primer tercio de la expedición, pero ya me había dado cuenta de lo que quería demostrar con este proyecto: el cambio climático es real y debemos hacer algo al respecto. Mientras el Sur de Europa experimentaba las temperaturas más altas desde que se tienen registros, la parte central y Oeste del continente estaban sufriendo las peores inundaciones en su historia moderna, cobrándose la vida de 242 personas, la mayoría en Alemania y Bélgica.

A partir de ahí, mi camino hacia Escandinavia fue poco complicado y muy húmedo. Crucé Países Bajos, Alemania, Dinamarca y Suecia, cada uno, en cuestión de días. A medida que me acercaba al Círculo Polar Ártico, las leyes para los viajeros como yo se volvían más flexibles. Finalmente podía acampar sin tener que preocuparme por un posible encuentro con la policía. Esa fue una gran mejora para alguien que siempre ha intentado dormir en una tienda de campaña en medio de la nada. Fue cuando llegué a Noruega que experimenté una de mis mejores noches de acampada.

Cuando la noche se volvía más oscura y las piedras debajo de mi tienda se convertían en cubos de hielo, oí un ruido afuera. No parecía venir de un mamífero de gran tamaño, pero valía la pena investigar. Quizás había un animal cerca y yo quería, por lo menos, echar un vistazo. Mantuve el cuerpo en mi refugio, en el calor de mi saco de dormir; solo asomé la cabeza por las cremalleras de la tienda. A pesar de mi emoción inicial, no había nada afuera. Intenté, aunque sea, apreciar la noche estrellada antes de volver a entrar, pero algo llamó mi atención. Había unas nubes que eran extrañamente blancas teniendo en cuenta lo tarde que era. Se parecían a una delgada línea de humo brillante flotando en el aire, a cientos de metros de distancia. Sin embargo, algo no estaba bien. Se movían de un lugar a otro casi instantáneamente. Eso no era normal. De repente, las nubes comenzaron a brillar, cambiando su tono blanco por un hermoso y pálido color verde. Estas no eran nubes; lo que sea que fuesen, bailaban en el cielo. De la nada me di cuenta de que estaba viendo la Aurora Boreal por primera vez. No esperaba verlas tan al Sur y tan pronto. Apenas era septiembre y, por alguna razón, pensé que solo aparecían durante el invierno. Tan rápido como pude, salí del saco de dormir, cogí mi Olympus OM-D E-M5 Mark III y el resto de mi equipo y salí a capturar ese momento.

Utilicé el objetivo M. Zuiko Digital ED 12mm F2. Necesitaba un ángulo amplio para intentar enmarcar tanto del cielo como fuese posible. Estaba maravillada por lo fácil que era hacer fotos nocturnas con este equipo. Aprendí a hacer fotos de la Aurora Boreal en el momento. Realmente dependía de cómo estuviesen: si se movían rápido o lento, si eran oscuras o brillantes. Podían tener colores verdes, pero también podían tener tonos rojizos y morados. A veces brillaban tanto que solo necesité de un segundo de exposición para hacer una buena foto. En general, fue una experiencia fascinante.

Creo que este es el objetivo que más he usado durante la expedición. La mayoría de la veces fotografié paisajes, por lo que necesitaba un ángulo amplio. Sin embargo, la cámara siempre llevaba otro objetivo: el M. Zuiko Digital ED 12-200mm F3.5-6.3. Este era muy versátil y me hacía sentir preparada para cualquier situación, sobre todo si tenía que hacer una foto de un animal salvaje, como un reno o una foca. Para tener un tiempo de respuesta rápido, llevaba mi OM-D E-M5 Mark III en la bolsa del manillar. Eso me permitía tenerlo a mano.

Sin embargo, una de las cosas que más he disfrutado es hacer increíbles vídeos de time-lapse, tener la capacidad de capturar los movimientos de las nubes, la formación del arcoíris y la Aurora Boreal. Esto, junto con la famosa estabilización de Olympus, ha sido muy importante para mí. Soy creadora de contenido y documento mis aventuras en mi canal de YouTube Los Viajes de Walliver, así que los vídeos eran muy importantes.

Llegué hasta Nordkapp (Noruega), el extremo más al Norte del continente, rodeado de nieve y hielo. Es ahí donde concluí mi expedición de 142 días. Había unido los dos extremos de Europa en una bicicleta de bambú, en la que se ha convertido en una de las aventuras más difíciles que he vivido hasta el momento. Me complace haber disfrutado del viejo continente de una manera diferente, descubriendo paisajes que eran nuevos para mí y siendo capaz de compartirlos con mi comunidad. Existe un proverbio japonés que dice lo siguiente: "El bambú que se dobla es más fuerte que el roble que resiste". Creo que todos debemos ser un poco como el bambú: versátiles y adaptarnos a todos los obstáculos que nos encontramos.


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